lunes, 1 de octubre de 2012

"Ellos habrán hecho un estudio"

By Miguelito El Policía


En el urbanismo moderno también existe la literatura de ficción. Se trata de todos esos escritos que, con ingenuidad, desconocimiento o con ánimo de engaño, se publican sobre infraestructuras y proyectos que se supone cambiarían la forma de vida  y la economía de los lugares. Son esas cosas que todos sabemos que no van a ser como nos cuentan pero que llevados por la buena fe podemos llegar a decir, "Ellos habrán hecho un estudio".  Sin duda los mejores ejemplos fueron los relativos a la construcción del tranvía. En 2008 el consejero insular, Víctor Pérez Borrego, llegó a afirmar en Canal 7 que, “como sucedió en Bilbao, el tranvía reactivará el sector del taxi en Santa Cruz porque la gente podrá coger un taxi para ir y venir de las paradas del tranvía." Yo llegué a leer en El Día que los comerciantes de la rambla de Pulido aumentarían sus ventas porque el usuario del metropolitano “iría viendo los escaparates desde el interior del tren articulado y luego se bajaría a comprar”. Las crónicas de ciencia ficción aseguraban además que "quitaría coches de las calles y que los horarios de las guaguas estarían sincronizados".



Los pufos no siempre se refieren a grandes infraestructuras. A veces se trata de cosas sencillas que con un simple vistazo y sin ser uno un entendido en la materia se puede adivinar el fiasco. Son los “a mi me da que...”. Vas por la rambla y ves esa nueva moda de hacer los jardines elevados sobre el nivel del suelo, formando un montículo. Piensas: "A mí me da que cuando llueva, el agua va a arrastrar toda la tierra y cargarse esto" o ves el nuevo adoquinado y dices: "A mi me da que esto no llega al año” (o en el caso de las baldosas de la plaza de Candelaria, “a mi me da que en cuanto caigan cuatro gotas los patinazos aquí van a ser tremendos”). De repente tiene lugar una lucha -como bien definió mi amiga Perpeljita-  “una lucha entre la parte de tu cerebro que te dice "esto es una puta mierda" y la parte que te dice "cállate que esto lo habrá hecho gente que sabe más que tú".


Y entonces, llevado por la buena fe, dices, "Bueno, supongo que ellos habrán hecho un estudio". Hasta que descubres que no hay tal estudio, que meses después la obra tiene que ser modificada, que las conclusiones a las que tú habías llegado sin más arma que el sentido común eran ciertas ( el albero que usaron en los paseos del García Sanabria y que efectivamente termina empegostado a los pies de los paseantes que usen sandalias) y que las sospechas de que detrás de todo estos dislates siempre tiene que haber alguien trincando no son descabelladas.  


Claro, en el caso de las grandes obras es especialmente triste porque la inversión ha sido tan desmesurada y los resultados que se publicitaban tan alejados de la realidad que continuamente te preguntas en qué consisten “los estudios” esos que se supone que hacen los expertos. ¿Nadie previó que no habría tráfico marítimo en el desolado puerto de Arinaga? ¿En qué consistió el estudio de viabilidad del campo de golf de Buenavista (gestionado por una empresa pública del Cabildo) que en tan solo nueve años acumula una deuda de 5,4 millones de euros y que por supuesto no “revitalizó la economía” del municipio?
                                            
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